Parece que fue San Jerónimo en el siglo IV de nuestra era, quien dictaminó que la fruta que causó la perdición de nuestros bíblicos primeros padres, Adán y Eva, fue un manzana, apoyándose en determinadas citas de El Cantar de los Cantares, hasta entonces, no había acuerdo entre los Padres de la Iglesia sobre cuál había sido el fruto prohibido.
Partir de ahí¸ ya saben ustedes lo que ocurrió, toda la pintura religiosa, desde la Edad Media, representó a Eva con una manzana en la mano, manzana que después de morder ella ofreció a Adan. Era, cuenta el Génesis, la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal. Y así resultó que por una manzana el género humano se vio condenado a un montón de cosas como, por ejemplo, a trabajar, cosa que, se mire como se mire, es todo do un castigo divino. Pobre manzana, tan inocente ella. Posiblemente las manzanas le sentaban mal a San Jerónimo, por otro lado hombre docto en gastronomía, que hizo más de una referencia en sus escritos al romano Marco Gavío Apicio y a su libro de recopilación de recetas "De Re Coquinaria".
Uno siempre ha tenido para sí que la manzana era totalmente inocente de cuanto se la acusa. De lo malo, y de lo bueno, porque a ver quién se cree hoy eso de que "una manzana al día mantiene al médico alejado".
La manzana, originaria del Cáucaso, entre los mares Caspio y Negro, es una fruta conocida por el hombre desde el Neolítico¸ por lo menos. Los españoles la introdujeron en Latinoamérica, mientras que los franceses la llevaron al Canadá y los ingleses a lo que hoy son los Estados Unidos.
Allí todavía se cuenta la leyenda de Johnny Apleseed, en realidad un predicador de origen sueco llamado John Chapman que un buen día decidió que su misión en este mundo era llenar de manzanos el vallo de Ohio.
Hoy se cultivan infinidad de variedades de manzanas, como son casi infinitas las posibilidades culinarias de la popular fruta. En puré, sin azúcar acompaña muy bien platos de caza mayor y de carne de cerdo asada. En compota más o menos dulce.
Hoy, sin temor a equivocaciones, se podría decir que en todo el mundo la manzana se ha constituído en producto irreemplazable para cualquier tipo de comida, región o costumbres.
Nadie elude esta sabrosa fruta que ha hecho las delicias de mayores y también de la gente menuda. Desde las comidas más sofisticadas hasta la simple manzana "bañada" al caramelo que suelen venderse en los carritos de cualquier gran ciudad o cerca de una calesita o de un parque
Fte. Democracia
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