JULIO V. GONZALEZ
Julio Víctor González nació en Buenos Aires en 1897 y falleció en la misma ciudad el 6 de octubre de 1955. Jurisconsulto, legislador, político, historiador y profesor universitario trazó su propia trayectoria sin acomplejarse por la excepcional figura de su padre, Joaquín V. González.
Su padre que era presidente y fundador de la Universidad de La Plata, lo inscribe pupilo en el Internado secundario que había creado y de esa época hay dos anécdotas que pintan íntegramente a este joven precoz que ya escribe artículos en una revista denominada “Ulpi”, que significa Universidad de La Plata Internado.
Uno se titula “El extranjerismo en la República Argentina” que tiene una orientación xenófoba; lo firma con las iniciales: J.V.G., porque esta similitud con el padre le enorgullece; aquel es Joaquín V. y él Julio V. Con la utilización de las iniciales se produce una confusión, porque el artículo es atribuido al padre y éste comienza a recibir cartas quejosas por las opiniones adversas al extranjero que allí se vierten. Llama al joven y le dice: “Ve amigo. Tenga cuidado. En adelante ponga el nombre completo al firmar sus artículos”. De ahí en más utilizará el seudónimo de “Palito” que le han puesto sus compañeros.
La segunda anécdota es por demás simpática. La relata Ramón Columba. “El general Julio Argentino Roca, un año antes de fallecer, es invitado a visitar la Universidad de La Plata, de la que es presidente Joaquín V. González. El distinguido huésped almuerza en el internado ocupando, en compañía de don Joaquín, una de las tantas mesitas del salón comedor, que mas bien parece un restaurante público, efecto obtenido, ex profeso para hacer olvidar a los pupilos su obligado encierro.
“Estaba el general Roca saboreando el café de sobremesa, entre sonrisas y comentarios, cuando ve que un niño se pone de pie para saludarlo con palabras trémulas, que trasuntan la seria responsabilidad del instante y comienza así:
“A vos, a quien se os puede decir como a Washington, que sois el primero en la paz, el primero en la guerra y el primero en el corazón de tus conciudadanos.
“El precoz orador es Julio V. González que ha hecho que los ojos claros del viejo militar y ex presidente se humedecieran de emoción.”
Ingresa a la facultad de Derecho de la Universidad de La Plata y está por recibirse de abogado cuando estalla “la Reforma Universitaria” que es el movimiento universitario americano más lúcido y con ideas más claras y coherentes sobre la necesidad de una reestructuración de métodos y planes de estudio, así como de renovación del elenco docente de las universidades. Su expansión por América hispana es una prueba elocuente de la acertada interpretación de una corriente de opinión latente que sólo esperaba una convocatoria en base a principios que sintetizaran los anhelos generales. Impulsó un profundo cambio en la enseñanza universitaria y aún cuando posteriormente, como suele suceder, tuvo sus usufructuarios y sufrió desvirtuaciones, es el que deja el saldo más positivo no solamente que deja por las innovaciones que logra introducir en la universidad, sino también por el elenco de hombres nuevos que lanza el campo de la política, que influirán en las décadas siguientes.
Hay nombres que son símbolos de esta lucha; Deodoro Roca en Córdoba y en la Plata Gabriel Mazo y Julio V. González en éstos dos son además, los grandes historiadores del movimiento. González escribe “La Revolución Universitaria”, posteriormente “La Reforma Universitaria” y “La nueva universidad”.
En 1919 es electo presidente de la Federación Universitaria de La Plata.
En 1922 se incorpora a la juventud del Partido Demócrata Progresista que lidera Lisandro de la Torre; es el autor de la “Declaración de Principios y Punto de Partida de la Juventud Demócrata Progresista”.
Al año siguiente los alumnos de la Facultad de Derecho lo eligen consejero estudiantil. Ha publicado sus libros “La Tierra Fragosa” y “Ensayo sobre el humanismo” y colabora en “La Nación”, “La Prensa”, “Caras y Caretas”, “Nosotros” y diversos medios estudiantiles. Poco después funda, con Carlos Sánchez Viamonte la revista “Sagitario”, cuyo objetivo es encauzar y orientar la inquietud social y política de las generaciones jóvenes de América, según el testimonio de Ramón Columba, que conoció sus preocupaciones e ideales.
Cuando se produce la Revolución del 6 de septiembre de 1930, el general José Félix Uriburu lo deja cesante en sus cátedras por decreto especial y lo confina a la cárcel, donde encuentra a dirigentes socialistas algunos de los cuales fueron sus compañeros en la lucha universitaria del 18 y en el trato acentúa su afinidad con los principios que sostienen, afirmado además por la simpatía que suscita la causa común de lucha contra “el nuevo orden” que se quiere implantar y que persigue tanto a radicales como a socialistas.
Recupera sus cátedras cuando asume la presidencia Agustín P. Justo para ser cesanteado nuevamente después del 4 de junio de 1943.
Su actuación en el movimiento universitario motiva a Juan B. Justo a enviarle su folleto “Socialismo” con dedicatoria, tenía trato con Mario Bravo quien también le dedica un libro. La convivencia en la cárcel y los antecedentes mencionados, lo llevan a afiliarse al partido Socialista y eso lo convierte en candidato a diputado en 1940 y su elección con Américo Ghioldi, Silvio Ruggieri, Juan Antonio Solari y Carlos Sánchez Viamonte por la Capital Federal.
Su paso por la Cámara de Diputados fue brillante, Su debut fue espectacular. Ramón Columba lo relata con su amenidad habitual, dice que “llega el momento de la emoción. Pide la palabra el diputado Julio V. González y despacha su interpretación en un discurso extenso, documentado. Su lenguaje es mímico a la vez que oral. Habla con vehemencia haciendo juegos malabares con las manos. Sus dedos se multiplican frente a su labios. Yo apelo a mi block de bolsillo y le hago una caricatura con este título en broma: “El orador debutante interpela con las manos”. Al terminar su larga exposición toda la Cámara lo aplaude. El presidente don Carlos Noel, radical, lo manda felicitar”. El periodismo lo comenta elogiosamente.
Durante ese período, González hacía temblar a los ministros en cada interpelación y ello se debía a la seria documentación con que respaldaba sus intervenciones. A veces en la actualidad no se entiende mucho esto de las interpelaciones a los ministros, porque éstas no se producen con la frecuencia deseable y el sistema de concurrir a las comisiones en lugar del recinto, retacea la información al público y desvirtúa la finalidad del sistema que, más que informar a la Cámara, tendía a informar a la opinión pública a través de la Cámara.
La vocación de González era la docencia que, por las situaciones políticas, sólo pudo ejercer en forma esporádica. No obstante, cuando fallece en 1955 ya tiene jerarquía de “maestro” frente a la juventud.
José Ortega y Gasset ejerció una fuerte influencia sobre su pensamiento, como se comprueba en “Reflexiones de argentino de la nueva generación” editado en 1931. En el prólogo, que comienza “1914. La nueva generación es el rezumo del pretérito argentino, trasegado en un siglo por tres generaciones” y agrega que “llegábamos para negarlo todo. No éramos nosotros quienes provocábamos el derrumbe. Empezamos caminando sobre escombros”. Trata entre otros temas, sobre la generación histórica que “cumple un ciclo en la evolución del conjunto y se define, por tanto, con rasgos propios dentro de él. Es entonces cuando la masa social, entiéndaselo como multitud o como muchedumbre, manifiesta una sensibilidad diversa y antagónica acerca del “pasado inmediato” y al servicio de la cual se pone un sistema nuevo de ideas, para terminar creando la cultura de la época.
“Producido ese compromiso dinámico entre masa e individuo que, según Ortega y Gasset, es la esencia de la generación, ésta impone el divorcio con la que le ha precedido. Tal divorcio no quiere decir el repudio de todo lo existente ni la negación de todo lo adquirido por el ser social; quiere decir la separación, la desvinculación inherente a un cumplido fenómeno de diferenciación.
El libro mencionado es un testimonio del pensamiento de una juventud muy influída por los principios de la Reforma Universitaria, que aspiraba a trasladar a la vida política nacional como ejercicio de la democracia. Entre sus obras de investigación es importante su “Filiación histórica del gobierno representativo argentino” en 2 tomos, y merece una redición por estar totalmente agotado, casi inhallable. Cuando fallece estaba escribiendo una historia argentina, de la cual se publicó, en forma póstuma, el tomo I, “La era colonial”.
Julio V. González es quizás la expresión máxima de lo que nos pudo haber dejado la Reforma Universitaria como movimiento de ideas, de no haberse interrumpido los cauces institucionales de la vida política del país, que conspiró, en más de una ocasión, contra el libre juego del pensamiento que, además se vio impedido de convertirse en acción.
J.Ch.A. – Comunicaciones Empresarias